Tuesday, November 21, 2006

 

Temas para pensar. La fe de nuestros padres

¡En resumen, nuestros padres y abuelos eran consecuentes con su fe! ¿Por qué nosotros no lo somos tanto?

(artículo de José María Macarulla).



En el momento actual, cuando hay tanta perplejidad, ignorancia y desorientación en temas trascendentales, como son la familia, la práctica religiosa, la educación correcta de nuestros hijos o la legislación sobre las relaciones entre personas del mismo sexo, no vendrá nada mal recordar la conducta que hemos visto y vivido en tiempos de nuestros padres y abuelos, que tenían una sólida formación cristiana.

Me referiré a anécdotas acaecidas durante la Guerra Civil, a recuerdos posteriores y a narraciones de mis abuelos, algunas que incluyen también la etapa republicana.


La Guerra Civil

Viví la Guerra en Cataluña, donde asesinaron a todos los sacerdotes que se pudieron localizar, entre ellos a mi tío, Mosén Josep Macarulla, hermano de mi padre. Otro de sus hermanos, también sacerdote, Mosén Ramón, no pudo ser localizado y, en consecuencia, encarcelaron a mi tía Roser "para que cantase, con amenazas de muerte si no se chivaba". Mi tía resistió y su paso por la cárcel le sirvió para dar ánimos a unas monjitas, cuando todas ellas temblaban ante un improvisado pelotón de ejecución, con la sencilla y breve disyuntiva: "Si lo hacen para hacernos sufrir y burlarse de nosotras, no les demos pruebas de debilidad y aprovechemos el tiempo para rezar y, si nos matan de verdad, seremos mártires e iremos directamente al Cielo" Las monjitas le hicieron caso y a todas las devolvieron vivas a las celdas de la cárcel.
Cuando mi tía salió liberada, tomó por costumbre el volver a la prisión todos los días llevando comida para los presos y, con un valor impresionante, administrarles la Santa Comunión, con las Formas consagradas por mi tío Mosén Ramón, en sus misas secretas, escondido en un ignoto refugio.

Con mis abuelos, mi madre y un montón de tías y primos pasamos la mayor parte de la Guerra aislados en una casa de campo - la masía - sin luz y casi sin agua. Sufríamos algún que otro registro de los milicianos y nada impidió que las buenas mujeres enseñasen - cada madre a sus hijos - a rezar, les recitasen el catecismo e incluso les diesen a besar alguna estampa o crucifijo clandestino, con evidente peligro de muerte si las descubrían. Por eso, mi hermana María Dolors, de tres años de edad, se pasó un registro entero gritando y saltando en brazos de mi madre : "¡No me matarán, no ! ¡No me matarán, no!". Los milicianos creyeron que las voces eran debidas a la vista de sus mosquetones, que impresionaban y nada más.


La postguerra

Después de la Guerra, durante la Cuaresma, recuerdo que mis abuelos participaban en las Misiones o Ejercicios abiertos que predicaba para todo el pueblo un fraile o un sacerdote secular, invitado por el Párroco. Mi abuelo, de noche y envuelto con su capa, acudía al fraile para confesarse y así poder comulgar por Pascua. Nadie hubiese participado en la Comunión sin antes confesarse.

Cuando la comida escaseaba y no se vislumbraban mejores horizontes, a mi madre se le escapaban algunas lagrimillas, pero mi padre - maestro nacional - la reconvenía afectuoso, diciéndole :"¿Por qué dudas o desconfías, mujer ?Dios proveerá" Con frecuencia aquel mismo día o el siguiente algún alumno agradecido nos regalaba un pan blanco, un litro de aceite, un kilo de arroz o de legumbres,...u otros valiosos alimentos, y mi padre comentaba :"Ya lo ves, Dios escucha siempre a quienes Le rezan".

Lo más edificante, antes y después de la Guerra, era la confianza y seguridad en que nuestro Dios es el Señor de la Historia. ¡Me explicaré! Cuando una sequía, como la de este año, amenazaba con malograr las cosechas, nadie dudaba un momento en que pidiendo a Dios la lluvia, ésta fuese a demorarse. En todas las iglesias se hacían rogativas públicas y recuerdo bien que mi abuelo contaba que, si la cosa andaba apurada, salían en procesión con el santo más conveniente, a pleno sol y con el paraguas colgado del brazo. Aunque algún espectador escéptico se sonriera al principio - no se burlaban como ahora de los que rezan - mi abuelo no recuerda ni una sola vez en que no tuviesen que terminar la procesión sin correr, con los paraguas abiertos, por la lluvia torrencial que empezaba a caerles del cielo.

¡En resumen, nuestros padres y abuelos eran consecuentes con su fe! ¿Por qué nosotros no lo somos tanto?

José Mª Macarulla.
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UPV



 

Más sobre células-madre

- Don Antonio! - interpelo a mi amigo, el viejo profesor, mientras nos tomamos sendas tazas de humeante café - ¿por qué abordas de nuevo este asunto sobre el que los visitantes de la página pilumdigital.com ya disponen de una amplia información, fidedigna y exhaustiva?

(artículo de José María Macarulla).


- ¿No te das cuenta de que los enemigos de Dios y del orden natural repiten hasta la saciedad, día tras día, sus argumentos inhumanos para machacar la mente de cualquier ciudadano incauto y desprevenido? Así van colocando sus opiniones personales como si fuesen dogmas irrefutables. En el fondo aplican aquel eslogan del nazi Goebbels que venía a sostener que "una mentira repetida cien veces acaba convirtiéndose en verdad". En sus historias, se compadecen con tanta ternura de ciertos enfermos aquejados de dolencias difícilmente curables que justifican por ello la fabricación y muerte de innumerables embrioncitos humanos, sin ninguna garantía real de que la muerte precoz de estos niños pueda resolver con eficacia aquellas situaciones ciertamente dolorosas.

Con otras palabras, defienden este caso-modelo: "Si tienes un hijo o un familiar con parálisis neurológica, diabetes, alzheimer, parkinson, cardiopatías u otra enfermedad prácticamente incurable compra o consigue un niño pobre y abandonado, le extraes en el quirófano las vísceras que necesites utilizar para tu enfermo y arroja el resto del chiquillo al cubo de la basura. Para ello tienes todo el derecho del mundo pues, en caso contrario, ese niño se moriría de todas formas, tal vez de hambre o de frío en plena calle, y tu enfermo no se aprovecharía de una oportunidad tan fabulosa".

- Comprendo el símil porque éste y no otro es el tratamiento preconizado para los embriones humanos sobrantes, congelados a millares en tantas clínicas de fecundación asistida, como las llaman ellos.

- Ya sabes que las células madre o troncales pueden obtenerse tanto de embriones humanos- al tiempo que se les mata- como del cordón umbilical, y también de tejidos adultos de los propios pacientes. No se ha probado la eficacia real de las primeras en curar esas enfermedades, en cambio sí se ha ensayado con notable éxito, por ejemplo, el uso de células madre de origen muscular propio para curar a pacientes que habían sufrido un infarto....

- ¿Y esto no se cuenta porque respeta la moral y la ética científica y no potencia la soberbia del investigador?

- ¡Exacto! La ilusión y el placer de esos individuos soberbios es fabricar nuevos hombres para disponer de su vida y poder destruirlos impunemente, a voluntad.

- ¿Llamas hombres a estos embrioncitos?

- ¡Claro, porque lo son! Tienen la naturaleza humana. Una vez se han unido los gametos masculino y femenino se engendra un nuevo ser de nuestra especie. Si se le alimenta adecuadamente, es decir, se le implanta en un útero apropiado, va a desarrollar un hombre completo, distinto de sus progenitores. Y de su posible nodriza, si el útero elegido no era el de su madre natural. ¿Tú crees que por ser joven e inmaduro todavía carece de derechos humanos? Si aceptásemos el principio de que los embriones aún no son seres humanos podríamos elegir a capricho la edad de la "humanización" y así matar a los niños que aún no supiesen hablar o que no tuvieran toda la dentadura o que fuesen más retrasados que los demás, etcétera, etcétera,..... La biología es muy precisa y considera que es ser humano todo aquél que tiene nuestra naturaleza, está vivo y tiene la posibilidad de desarrollar las características propias de nuestra especie. Otro criterio podría dejar la vida de un ser en manos de la arbitrariedad de otro, en este caso, del investigador,.....

- En resumen, que para disponer de células madre, es decir, totipotentes o pluripotentes, no es necesario interferir o alterar la reproducción humana, que es algo tan sagrado que hasta Dios mismo acude allí para crear el alma inmortal que va a informar y dirigir este nuevo ser. Y una vez más se cumplirá la conocida sentencia bíblica "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". En otras palabras, la creación de cada nuevo ser humano es un hecho sagrado que nadie tiene derecho a utilizar a su capricho. Hay que respetar los cauces naturales para la generación de nuevos individuos: cada uno de nosotros debe ser hijo de la expresión espontánea del amor que se profesan nuestros respectivos padres.

- Además, estos científicos, a veces, con esos embriones, hacen experimentos que ni siquiera han intentado realizar con animales de laboratorio. ¿Y sabes por qué?

- Me figuro que es más barato y cómodo experimentar con una mujer, que en el proceso de reproducción asistida suele pagar, sin saberlo, sus gastos colaterales, que con una vaca , una yegua o una cerda, las que habría que comprar, mantener y aposentar en los laboratorios, y todo ello gratis para la protagonista.....

- ¡Exacto! Y los embrioncitos sobrantes se pueden eliminar de mil maneras. Si ya los han implantado en el útero se hace una reducción embrionaria, es decir, con otras palabras, un aborto selectivo de los no deseados. Y, si no los han necesitado, se congelan y se plantea un problema logístico a toda la nación y a todos los países ¿ matarlos, abandonarlos o experimentar con ellos? En esta situación hay muchos miles de españolitos aún sin registrar en los juzgados.

¿Por qué no experimentan primero con animales -que carecen de alma inmortal y por tanto de derechos humanos- y aplican después al hombre aquello que resulte útil y compatible con la ética? ¿Recuerdas cómo en el Génesis Dios confiere a Adán el dominio sobre los peces del mar, las bestias del campo y las aves del cielo? De este modo la Medicina avanzará más aprisa y podremos elegir qué células tomar del hombre, paciente o donante, para curar cada enfermedad que se presente.

- ¡Y sin mancharnos las manos de sangre, humana, por supuesto!

José Mª Macarulla.

Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UPV



 

El futuro de la Humanidad a la luz de la Biología

El tema del presente artículo es muy sugerente pero, a la vez, resulta problemático, ya que no podemos conocer con seguridad nuestro futuro que depende en gran manera de cómo nos comportemos hoy.

Sin embargo, aunando los saberes biológicos, combinando y discutiendo otros múltiples conocimientos adquiridos con diversas ciencias, y tratando de coordinar todo ello, podemos augurar qué es lo que podría
pasar en un futuro, con el riesgo de error añadido, al tener que contabilizar la libertad humana que puede llevarnos a unos
resultados muy diferentes de los que se deducirían aplicando la pura lógica.

(artículo del Prof. José Mª Macarulla).




Empezaremos razonando sobre lo que sabemos hoy del ser humano en el pasado y el presente e intentaremos extrapolar las conclusiones que obtengamos hacia el futuro.

Antes del Adán bíblico (probablemente un Homo sapiens sapiens "Cro-Magnon" de hace 35 mil años) la hominización fue un proceso muy lento. La locomoción bípeda - el andar erecto - liberó las manos, potenció el desarrollo del cerebro, facilitó la fabricación y el manejo de herramientas, perfeccionó la inteligencia,…Pero creó unos problemas que aun no hemos resuelto del todo: las lumbalgias, la propensión a abortar los hijos prematuramente, los fuertes dolores del alumbramiento (consecuencia del estrechamiento del canal del parto y el tamaño exagerado de nuestro cerebro), las hernias inguinales y otros muchos eventos son consecuencias inevitables de ese cambio radical de postura.

En las etapas finales de ese proceso de hominización, se consolidan los caracteres fisiológicos y psíquicos que poseemos en la actualidad. Somos, por definición, animales racionales, es decir, que la racionalidad no suplanta a la animalidad de base, sino que la incluye, la asimila y la sublima.

Así pues, en nuestra especie observamos que los caracteres psíquicos aparecen solapados a los biológicos, sin suplantarlos ni anularlos. En efecto, debajo de nuestra conducta racional asoman unas pautas instintivas, mucho más antiguas, de gran valor decisorio. Los casos que podría enumerar son incontables. Valgan, como ejemplos, los relativos a las funciones de nutrición, relación y reproducción. Estudiemos algunos aspectos de estas funciones, uno tras otro.
Nutrición.- ¿No hemos observado - y sufrido - cómo nuestras madres controlaban de forma estricta los horarios y el contenido de la comida de los hijos pequeños y adolescentes, proporcionándoles los alimentos más equilibrados (que suelen resultar los más sabrosos al paladar)? El crecimiento armónico y satisfactorio depende en gran medida de una nutrición correcta. Así, por ejemplo, al queso, al solomillo o a las nueces, alimentos ricos en grasas y proteínas (aminoácidos esenciales), el paladar nos exige que les añadamos pan (rico en carbohidratos) resultando con ello un manjar más completo y agradable. Las comidas terminan con el postre que suele constar de frutas crudas o productos lácteos (una gama completa y variada de minerales y vitaminas, tanto hidrosolubles como liposolubles). Y para conseguir esa armonía nutritiva las madres no necesitan estudiar bioquímica: se lo dicta con exactitud y precisión su propio instinto.

Relación.- El hogar familiar se defiende con celo: una visita inoportuna e inesperada nos pone de malhumor, salvo que aparezca con un pequeño regalo (unos bombones o unas flores sirven para apaciguar a los dueños del hogar invadido). Desde que se inventó el teléfono es norma de educación elemental avisar al amigo al que visitaremos en su casa, para evitar precisamente esa primera reacción desagradable. El que una mujer gobierne su hogar es de aceptación universal. Las madres y las hijas se autotoleran porque han convivido desde la infancia de éstas y no han producido anticuerpos recíprocos, pero una suegra, en general, no puede convivir con su nuera, porque se han conocido de mayores y, por añadidura, lo único que de verdad las une es que las dos aman al mismo hombre, hijo y marido respectivamente (ahí suelen aparecer los anticuerpos responsables de una incompatibilidad absoluta). Otras actitudes frente al entorno son también fruto de nuestro instinto; por ejemplo, el pavor y asco de las mujeres ante las serpientes (mucho mayor que el miedo de los varones) lo compartimos con los demás primates, porque se remonta a una época prehomínida. Se atribuye a que la hembra que, durmiendo en las ramas de un árbol y sosteniendo su hijito en brazos, no tuviese suficiente aversión a ese tipo de reptil y no se alejase al verlo cerca, perdería el bebé devorado por aquél, durante su sueño nocturno. Ese miedo era, pues, esencial para la perpetuación de la especie.

Reproducción.- Los piropos de un operario callejero denotan su deseo de ligar con la joven más idónea para generar con ella los hijos que le recomienda su propia biología. Yo suelo resumir esta situación en un esquema que titulo"los piropos de andamio". Aunque resulte algo chusco es muy expeditivo, por lo que pido disculpas anticipadas a mis lectores. Cuando el operario callejero ve pasar a dos mujeres, una vieja y otra joven, ¿a cuál dirige el piropo? Sin dudarlo, a la joven, porque ella está en la edad de darle hijos. Si pasan dos jóvenes, una guapa y otra fea, ¿a cuál los dirige? A la más guapa, porque la biología le impone procurar la mejora de la especie. Se fijará además en el desarrollo de sus pechos (para garantizar la lactancia del futuro vástago) y en la anchura de sus caderas (para facilitar un parto fisiológico, normal). Claro está que los valores intelectuales de la futura compañera (su amor a la música, a los deportes, su conversación amena y culta, etcétera,.... ) podrán modificar la primera calificación, puramente biológica. Todos los tabúes aborrecidos por la sociedad, por ejemplo, el casarse con parientes demasiado próximos, practicar la poliandría, la repulsión generalizada a las uniones gays, etcétera,… responden a imperativos genéticos universales.

Aparte de seguirse y respetar las normas escuetamente biológicas, en el futuro, la Humanidad evolucionará integrando las características racionales con las instintivas. Así se perfilan como cualidades selectivas, además de la buena salud fisiológica, la inteligencia, la laboriosidad, la generosidad y la solidaridad.

Caracteres psíquicos.- Una mayor inteligencia permite culminar una buena carrera, ganarse más pronto la vida, comprar piso, fundar un hogar,… y dejar esa ventajosa cualidad intelectual a los descendientes. La fuerza bruta, esencial para los animales irracionales, pasa a un segundo término. Colectivamente, esa mayor inteligencia permite explotar tierras antes inhóspitas, mejorar las especies animales o vegetales al servicio del hombre (aquí entran los transgénicos), en fin, poner toda la biosfera a nuestro servicio.

Resulta evidente que la laboriosidad es una cualidad que tiene preferencia respecto a la vagancia o el simple oportunismo. Quien no trabaja tiene todas las opciones de convertirse en un desarraigado, marginado o inadaptado, y no podrá generar una descendencia útil en una sociedad competitiva.

La generosidad en aceptar las cargas del hogar, deberes, hijos,…. contribuye sin duda al progreso biológico del individuo (de nada serviría la inteligencia y la laboriosidad de una persona si, por egoísmo, no se decidiera a formar una familia, cuanto más numerosa, mejor). También, el compartir con otros, tanto los conocimientos colectivos como los descubrimientos propios, facilita el desarrollo global de la sociedad.

Por último, la solidaridad coadyuva a la integridad y prosperidad de toda la tribu o nación. Hay que ayudar a los viejos, a los niños indefensos, a las viudas y a los enfermos para que todos se sientan socialmente protegidos y felices. El reparto de funciones y la especialización potencian el progreso de la colectividad y no serían posibles sin esa armonía en la convivencia (¡Cuántas veces la experiencia y el saber de los viejos permite curar una enfermedad o evitar una guerra destructiva!). Por supuesto, esta solidaridad no puede suplantar a la justicia (por ejemplo, apoyando al hermano porque es hermano, aunque no tenga razón). La mezcla equilibrada de justicia y misericordia (amor a los desvalidos) es la mejor receta para una vida colectiva feliz.
Los Mandamientos del Decálogo recogen, desde muy antiguo (hace unos 3300 años) y con una sabiduría infinita, las características necesarias para la convivencia armónica de la sociedad. Repasemos, con una visión ecológica, los que regulan las relaciones humanas. El 4º Honrarás padre y madre, garantiza la armonía dentro de la familia, el respeto y la protección de los ancianos y la transmisión de la cultura y la experiencia. El 5º No matarás, supone el respeto absoluto de la vida humana. Con él en la mente evitaríamos las guerras, el aborto, la eutanasia, las venganzas,... El 6º y el 9º No fornicarás, ni desearás la mujer de tu prójimo respaldan, por partida doble, la estabilidad de la familia, garantizan que los hijos nazcan sólo dentro del matrimonio (evitando su desprotección o abandono) y evitan la promiscuidad sexual, que daña tanto a la estabilidad familiar y la educación de la prole, como facilita la transmisión de graves enfermedades venéreas (sífilis, SIDA,...). El 7º No hurtarás y el 10º No codiciarás los bienes ajenos defienden la propiedad, la honradez en el trabajo, el respeto a los derechos y el tiempo del prójimo,....Con ellos se evitarían los abusos de poder, la mayoría de las huelgas, la lucha permanente de clases, los "pelotazos", y muchísimas otras aberraciones. Si se atendieran todos esos Mandatos, ¡de cuántas injusticias nos libraríamos….!Y si los gobiernos de los distintos países se propusieran, de verdad, coordinar sus acciones para buscar el bien de sus propios ciudadanos y de los vecinos, no habría tantas hambres endémicas, ni "pateras" suicidas, y se lograría que la felicidad y la paz reinasen sobre la faz de la tierra. Por último, el 8º No levantarás falso testimonio, ni mentirás garantizaría la honestidad en las relaciones humanas, evitando fraudes, difamaciones y calumnias, agresiones y estafas al prójimo.

En resumen, el futuro de la Humanidad será el que los hombres deseen. Si cumplimos la Ley Natural, tan bien especificada en el Decálogo, y aplicamos nuestras cualidades intelectivas al bien común, nos espera la prosperidad (el planeta Tierra puede, con los medios actuales, albergar una población inconmensurablemente mayor que la presente, tan sólo con aplicar en todas partes los adelantos que utilizan hoy Holanda o Israel en sus regiones respectivas). Y los avances científicos aplicables a la agricultura, ganadería e industria van más aprisa que las propias necesidades en esos campos. Pero, si despreciamos, por egoísmo o mala fe, las recomendaciones que nos señalan tanto la biología como la ética humana, podemos llegar al caos y la destrucción no sólo de nuestra especie sino de toda la biosfera. Nunca como ahora se ha podido afirmar que el futuro está en nuestras manos.

José Mª Macarulla
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UPV

Saturday, November 04, 2006

 

Otra vez el aborto



El año pasado se hicieron en España 85.000 abortos

(artículo de Carlos Moreda de Lecea)





Un reciente debate televisivo, me ha llevado a reflexionar sobre el tema de por qué ha habido en un año 85.000 abortos en España. Es constatable que una parte importante, cada vez mayor, de la comunidad científica considera que en la concepción comienza una nueva vida; el feto es un ser humano, con un patrimonio genético irrepetible. Además, jurídicamente, en muchos Estados el aborto ha sido y es considerado un delito; por ello, aunque en varios se han despenalizado algunos supuestos, no se puede hablar del derecho a abortar.

Ninguna mujer quiere abortar (aunque las estadísticas hablan de mujeres que han abortado cinco o más veces), sino más bien se ve abocada, muchas veces, a ello por soledad, falta de recursos económicos, de convicciones firmes, etc. Pero, a la vez, toda mujer sabe que el dolor físico o psíquico no justifica quitar una vida humana porque el fin no justifica los medios. La sociedad no quiere abortos, los tolera en determinados casos y es indulgente con la adolescente embarazada. La antigua vergüenza de ser madre soltera se ha reducido mucho, mientras se extienden las presiones a futuras madres (sobre todo solteras, especialmente adolescentes) planteando que “no hay otra salida”. Por el contrario, en muchas ocasiones, el propio entorno social se ensaña con las madres que en situaciones difíciles siguen adelante con su embarazo.

El aborto puede resultar muy tentador cuando se piensa que el problema es el embarazo y que, zanjándolo por la vía rápida, se acaba ese problema: nadie descubrirá tu actividad sexual, no hay que decidir quien se queda con el futuro hijo y se puede seguir como si nada hubiera pasado. Sin embargo, como el aborto va contra el arraigado instinto maternal, muchas mujeres que abortan quedan marcadas por esa experiencia, a veces para siempre: padecen reacciones sicológicas nuevas, recuerdan intensamente el momento del aborto, piensan en niños pequeños, etc., y tienden a tomar sustancias, a veces nocivas, para paliar esa tensión. Hay mujeres que ocultan este trauma durante años hasta que algo les hace explotar; a menudo un nuevo embarazo: ver la imagen de su futuro hijo de 9 semanas en una ecografía les hace darse cuenta de que el aborto se hizo con alguien igual de vivo, que eso no es un quiste sino su hijo.

Ante el dilema del aborto o la vida, el Estado no puede ser neutral. En un Estado de derecho, que coloca los derechos humanos en la base de su arquitectura constitucional, nada más lógico que apostar por la vida, sobre todo la más indefensa. Si queremos ser cada vez más civilizados tendremos que encontrar otras formas de resolver los problemas. Hay un clamor, casi unánime, por una política generosa para prevenir los abortos. Algunos proponen que, igual que se hace un plan nacional antidroga para atajar el mal de la drogadicción, ¿por qué no se hace otro plan semejante para frenar la cultura de muerte del aborto, que tanto daña a hombres y mujeres y al bien común de este país?

Pero ¿qué hacer con esa adolescente que biológicamente es apta para ser madre pero que socialmente es inmadura?¿O con aquella pareja que no se ha planteado el matrimonio ni tener un hijo que haría añicos sus estudios, su trabajo, etc.? Ante una maternidad conflictiva el Estado debe fomentar una cultura de la vida como valor permanente, promover una educación afectivo-sexual global, no meramente biologicista sino responsable, explicando los diversos tipos de riesgo que comportan las relaciones sexuales; una buena información sobre la adopción y sus modalidades; ampliando las ayudas sociales a madres solteras, etc. Lo que no es admisible, porque es falso, es vender la “bondad” del aborto como salida de emergencia sobre todo para los que se denominan “embarazos no deseados” de los jóvenes.

Carlos Moreda de Lecea

Wednesday, November 01, 2006

 

El corazón se puede autoregenerar

Nuestro corazón ya puede considerarse como un órgano con capacidad regenerativa. El Instituto de Investigación Cardiovascular de Nueva York ha demostrado que el corazón dispone de sus propias células madre adultas, con lo que se podría reparar el tejido muscular dañado después de un accidente coronario.

(artículo de Gema Vargas y Patricia Sañes, en “A vuelapluma”, nov. 2003).


El equipo de Piero Anversa, director del Instituto estadounidense, ha abierto el camino hacia lo que serán los futuros tratamientos con células madres adultas. La revista científica “Cell” ha publicado recientemente un estudio de en el que Anversa y sus colaboradores aseguran haber identificado dónde residen esas células madre y su capacidad para reparar el corazón. Su idea es movilizar esas células reparadoras o provocar su migración hacia la zona cardiaca dañada.

Hasta el momento, se han llevado a cabo tratamientos controlados inyectando células madres adultas para reparar corazones infartados. Esto supone un gran avance para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, con la ventaja de que este tipo de células no presenta ninguna controversia ética. Las células madre adultas, además, evitan cualquier tipo de rechazo porque proceden del propio paciente al que se implantan para tratar su enfermedad. Muestran cierta capacidad para convertirse en otros tejidos diferentes, aunque, de momento, no tienen el mismo potencial que las células de origen embrionario.

Si se confirman los resultados de los estudios del Instituto de Investigación Cardiovascular de Nueva York, el objetivo principal será estimular las propias células madre del corazón para provocar la autoregeneración. Todo parece indicar, según “Cell”, que los especialistas de Anversa han localizado el lugar donde residen estas células madre y han identificado su capacidad regenerativa.

En España, ha sido la Clínica Universitaria de Navarra el primer centro que ha empleado esta terapia. Ahora coordina un ensayo en colaboración con varios hospitales, cuyos resultados están a punto de publicarse en una revista científica especializada en enfermedades cardiovasculares.

En opinión del responsable del Laboratorio de Biología Celular de la Clínica Universitaria, Felipe Prósper, el principal problema que plantea el tratamiento con células madres es “indentificarlas para que puedan trabajar a nuestro favor”. Salvando esta dificultad, y a la luz de los últimos estudios realizados, la capacidad autoregenerativa del corazón se consolida como una gran apuesta de futuro para la curación de enfermedades.



La CUN implanta un corazón artificial sin necesidad de quitar el órgano enfermo.

DDN. PAMPLONA

La Clínica Universitaria de Navarra ha implantado un corazón artificial que no precisa extirpar el corazón del paciente. El sistema, denominado Novacor.plus, está indicado en enfermos que sufren problemas cardíacos en fase terminal y a los que no se puede realizar un transplante cardíaco, bien por edad, por sufrir alguna enfermedad que contraindique el transplante o por su negativa a someterse a esta intervención quirúrgica.

El nuevo corazón se implanta debajo del músculo cardíaco del propio paciente y se conecta al corazón enfermo para reemplazar su función.

Tras la operación, el paciente recupera la función cardíaca de manera similar a la de una persona sana, según el centro. Por tanto, su calidad de vida puede mejorar sensiblemente.

Se trata de la primera vez en Navarra que se emplea este método para tratar a un paciente enfermo del corazón. El paciente es un varón de 73 años que ya ha sido dado de alta.

Además, es la segunda intervención de estas características que se lleva a cabo en España, aunque la primera se realizó con un sistema tecnológico más antiguo.

La Clínica Universitaria va a presentar mañana todos los detalles del programa de asistencia mecánica definitiva como alternativa al transplante cardíaco.

(artículo en Diario de Navarra, 21 diciembre 2003).


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