Friday, March 02, 2007
Genética humana
La prensa diaria nos informa con regularidad sobre cómo se va descifrando el genoma completo de diversas especies de seres vivos, tanto de animales y vegetales como de bacterias.
(artículo de José Mª Macarulla).
Los periodistas no salen de su asombro al constatar las enormes analogías que existen, no sólo entre el hombre y los demás primates, sino entre nosotros y el ratón, las plantas o las mismas bacterias. Los científicos no participamos en su sorpresa porque es de todos conocida la unidad de la vida sobre el planeta Tierra. Todos los seres vivos somos hermanos y procedemos de una célula ancestral común.
Existen, como es de aceptación universal, analogías que permiten encuadrar a las diversas especies en familias determinadas. Así, apoyándose en detalles morfológicos y fisiológicos, la Biología clásica agrupó a los animales en vertebrados e invertebrados y, dentro de los primeros, en peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos.
Posteriormente la Biología Molecular no sólo confirmó el acierto de esa clasificación primaria sino que la amplió y resolvió casos nuevos, como por ejemplo, que los hongos (setas) están algo más próximos a los animales que a los vegetales y que dentro de las bacterias existen dos reinos distintos, uno de ellos (las árquea) son más parientes nuestros que de las restantes bacterias.
Los filósofos y la gente de la calle suelen escandalizarse ante estos resultados, los unos porque esa comparación parece que les deshonra y minusvalora y los otros porque la creen contraria a la revelación bíblica. Visto objetivamente eso no debe ni puede ser así. El género humano está en la cumbre de la evolución - esto no es una mera hipótesis sino un hecho experimental probado - y esa hermandad con los demás seres vivos sólo demuestra que Dios se valió de su PROVIDENCIA ORDINARIA al engendrar nuestro cuerpo cuando la gente piensa que hubo una CREACIÓN MILAGROSA en los orígenes de cada especie particular y en concreto de la humana.
Debido a la deriva genética, observamos que las diferencias entre las dotaciones génicas de dos especies cualesquiera son directamente proporcionales al tiempo transcurrido desde su separación a partir del tatarabuelo común a ambas. Así entre dos seres humanos la diferencia máxima es del 0,1%, es decir que coincidimos en un 99,9% de nuestros genes. Con el chimpancé (nuestro pariente más próximo) coincidimos en un 98,4%; con la vaca en un 90% y con el ratón en un 75%. Con los demás seres vivos estamos algo más alejados, por ejemplo, con la gallina sólo coincidimos en un 60%; con los gusanos en un 40%; con las levaduras en un 30% y con las bacterias sólo en un 15%.
El árbol evolutivo elaborado con las analogías genéticas se superpone muy bien con el taxonómico clásico: los mamíferos tenemos un bisabuelo común, insectívoro, que convivió con los dinosaurios y sólo se diversificó sin trabas al desaparecer aquéllos. Hay alguna sorpresa para los profanos, por ejemplo, que existe más parentesco entre los cocodrilos y los pájaros que entre aquellos reptiles y las serpientes o las tortugas,....
Todo esto lo defiende y demuestra la Biología en sus distintas vertientes. Pero para un científico desapasionado hay mucho más. El intelecto humano está a una distancia de años-luz por encima del "intelecto" de los demás seres vivos. Nuestra capacidad de comprensión del entorno y de nosotros mismos es infinitamente superior - y radicalmente distinta - a la que tienen los otros seres. Y nuestra habilidad e imaginación para fabricar herramientas ha evolucionado, por el momento, desde las hachas de sílex hasta los ordenadores y teléfonos móviles. Ningún animal jamás será capaz de elaborar o inventar cosas semejantes.
El único salto brusco en la evolución del intelecto humano tuvo lugar hace unos 35 mil años, cuando un hombre de la especie Cro-Magnon, es decir, un Homo sapiens sapiens, inició un despliegue cultural extraordinario, pasando del hacha tallada a la pulimentada, iniciando las maravillosas pinturas rupestres, a más de dominar el fuego - ya conocido con anterioridad - y perfeccionar los instrumentos de caza y de pesca. Ese hombre enterraba a sus muertos, poniéndoles comida para el más allá, hablaba con sus semejantes en un idioma complejo, etc., etc..... Para muchos científicos ese Cro-Magnon tan innovador fue el bíblico ADÁN.
En efecto, el haber recibido el alma inmortal le capacitaba para sacar el máximo fruto de su cerebro y potenciaba su intelectualidad. La Biología no dispone de instrumentos para probar la creación de esta alma pero, aceptado este hecho, se entienden como lógicas un montón de observaciones experimentales que , sin contar con él, resultarían inexplicables e injustificables.
Cuando leemos el Génesis con sentido ecológico, aparte de comprender lo que suelen ver los lectores profanos, observamos que la frase de Dios "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" debe referirse a la infusión del alma, puesto que el cuerpo - material - ya existía, y es precisamente el alma la que, al ser espiritual, presenta semejanza con Dios, precisamente porque Él es ESPIRITU PURO.
Nuestras características anímicas nos diferencian tanto de los animales que no es posible aceptar que sean fruto de un proceso evolutivo. En otras palabras, el afán de eternidad (con la muerte no desaparecemos del todo) lo aceptan tanto los creyentes como los agnósticos. Los valores de la poesía, el arte, la música,...son fruto de las sensibilidades propias y específicas del alma humana.
Hablamos mucho de Darwin, que creía que el alma era fruto de la evolución, pero silenciamos a Wallace, quien publicó sus resultados conjuntamente con el primero, porque estaba convencido de que el alma era resultado de un acto creacional de Dios. La Fe no contradice a la Ciencia sino que la complementa: siempre el creyente comprende y explica mejor el Universo con sus misterios que el agnóstico que choca contra muros infranqueables, al no aceptar a Dios, creador y providente. Por ello muchos hechos, por ejemplo, el primigenio Big Bang (la creación, hace 14 mil millones de años) o la aparición de la vida en la Tierra (hace 3 mil seiscientos millones) le resultan inexplicables.
Como Dios es infinitamente sabio, las diversas Ciencias no pueden contradecirse y, si parece que se contradicen, es que no las dominamos bien y debemos profundizar más en su conocimiento. Podríamos terminar con una frase, famosa y muy ilustrativa, que se atribuye al físico Pascal: "Porque he estudiado mucho tengo la fe de un bretón; si hubiese estudiado más, tendría la fe de una bretona".
José Mª Macarulla.
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UPV