Sunday, December 03, 2006
Los mellizos bicolores
En un reportaje de TV de amplia audiencia, se describía con cierto detalle y desconcierto el nacimiento y desarrollo de dos hermanos mellizos holandeses, de Utrech, uno de los cuales era rubio y de pelo liso y el otro - mulatito - muy moreno y de pelo rizado. Los padres estaban sorprendidos y preocupados desde el primer momento, porque ...
(artículo de José María Macarulla).
En un reportaje de TV de amplia audiencia, se describía con cierto detalle y desconcierto el nacimiento y desarrollo de dos hermanos mellizos holandeses, de Utrech, uno de los cuales era rubio y de pelo liso y el otro - mulatito - muy moreno y de pelo rizado.
Los padres estaban sorprendidos y preocupados desde el primer momento, porque se habían sometido a una "fecundación in vitro", y empezaron a sospechar que se había cometido un error en la manipulación de sus células germinales. Como biólogo sé que estos fallos ocurren con cierta frecuencia, pero, cuando se trata de padres del mismo color de piel, resulta más difícil que los interesados los detecten.
Analicemos estos hechos concretos: Un matrimonio que no consigue descendencia por la vía ordinaria suele sentirse frustrado en sus ilusiones. Los ginecólogos podrían ayudar a esa pareja, por ejemplo, aumentando mediante hormonas la fertilidad de la esposa, controlando el día exacto de su ovulación, facilitando así que los espermatozoides del marido alcanzasen más fácilmente su objetivo, y añadiendo el esposo, en el tracto genital de su mujer, si fuere necesario, después del acto conyugal, un suero nutritivo adecuado, etc., etc.,...
Manipulación de las células embrionarias
En cambio, otras actuaciones que serían correctas y oportunas si se tratase de animales, no pueden realizarse moralmente en los seres humanos. Me refiero a la fecundación artificial, tanto "in vitro" como "in vivo". Es decir, manipular los espermatozoides y los óvulos fuera del cuerpo de los esposos e introducirlos en el útero de la mujer, por ejemplo, cuando el embrioncito empieza a desarrollarse.
Algunos ginecólogos llaman a este proceso "fecundación asistida" aunque en rigor se trata de una "fecundación suplantada". En otras palabras, el médico suplanta o sustituye a la naturaleza. En las relaciones conyugales deberían respetar aquel principio bíblico "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Ciertamente existe el derecho a intentar tener un hijo pero no a conseguirlo a cualquier precio, del mismo modo que tenemos derecho a volar pero no a poseer unas alas corporales. Si nos empeñamos en viajar por el aire deberemos respetar siempre a la naturaleza humana y fabricarnos o alquilar, por ejemplo, un avión, un parapente, un globo o un helicóptero.
¿Qué ocurrió en Holanda?
Los mellizos de nuestra historia fueron creciendo y el negrito cada día era más moreno, tenía el pelo más rizado y resultaba más sanote y robusto que su hermano blanquito. La perplejidad y las dudas iniciales de los padres y los médicos dieron paso a la más absoluta certeza...
En efecto, los análisis genéticos confirmaron lo que se advertía a simple vista: ambos niños eran hijos biológicos de su madre (los óvulos eran genuinamente suyos) pero sólo uno de ellos era hijo de su padre legal - naturalmente, el blanco - el otro tenía genes foráneos. En la clínica investigaron qué otras fecundaciones se habían realizado el mismo día que la de los mellizos y encontraron, como es lógico, que los pacientes anteriores habían sido un matrimonio de origen africano, sometido al mismo tratamiento de fecundación artificial.
Analizando el DNA del marido negro comprobaron que efectivamente él era el verdadero padre de nuestro mulatito... Para justificar esta fallo tan estrepitoso nos contaron en la tele que los espermatozoides demasiado diluidos de cada marido tuvieron que centrifugarse para separar el líquido sobrante y que éste se eliminaba succionándolo con una pipeta "pasteur". Y por lo visto la enfermera utilizó la misma pipeta en ambos procesos, sin lavarla adecuadamente.
Como en cada operación se manejan millones de espermatozoides y para la fecundación sólo se requiere uno, resulta obvio que un espermatozoide del varón negro - que los tendría sanos y por tanto veloces y eficaces - se escapó del control y suplantó a los del europeo blanco.
Lamentaciones y comentarios constructivos
En medio de las lamentaciones más diversas sugirieron como remedios que el padre y el hijo biológico deberían conocerse y tratarse en el futuro, que todos tendrían que aceptar y resignarse a la interferencia extramatrimonial, y que, por supuesto, habría que poner más atención y cuidado a las fecundaciones futuras, etc., etc.,...
Pero a nadie se le ocurrió comentar que nada de eso habría ocurrido si todos hubiesen respetado la Ley Natural. Concretémosla: todos los seres humanos tenemos el derecho a nacer dentro de una familia única, estable y armónica, como consecuencia del amor legítimo que se manifiestan nuestros padres. A éstos, ni la ansiedad, las prisas o la angustia por tener un hijo les confiere el derecho a saltarse la Ley de Dios y engendrarlo por medios artificiales que, por cierto, suelen costar la vida de numerosos embriones humanos - individuos vivos, únicos e irrepetibles de nuestra especie - que tienen el mismo derecho que nosotros a venir al mundo.
Conclusiones éticas
Aquí confluyen y se superponen el Sexto y el Quinto Mandamientos del Decálogo: "No adulterarás y no matarás". En otras palabras, en este caso y en tantos otros hubo un cambio de esposo (y de padre) - aunque aséptico e involuntario - y esto es un adulterio en toda regla. Además debieron engendrarse otros muchos embriones humanos que no se llegaron a implantar y se congelaron o bien eliminaron de forma cruel y arbitraria. ¡A lo mejor incluso se implantaron a otra incauta "mamá"! O, si en la mujer de nuestro caso se le implantaron con éxito más de dos (como es costumbre), después se procedió a una "reducción embrionaria" que así llaman, con eufemismo, algunos ginecólogos al aborto selectivo de los excedentes. ¡Monstruoso! El hombre, suplantando sacrílegamente a Dios, ha llegado a considerarse dueño y señor de la vida de otros hombres.
José Mª Macarulla.
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UPV